martes, 17 de febrero de 2015

A veces

Y solo en su habitación se paró a pensar que debía hacer. Siempre se paraba, pero nunca daba con ninguna respuesta. ¿Significaba eso que tenía que seguir adelante?

Cambió de disco, puso otra canción. Entre las cuatro paredes había un ambiente diferente bajo el que se escondía la duda de tal manera que parecía haberse ido. Pero solo estaba oculta.

Y llegó, más pronto que tarde, una melodía que la invitó a despertar, a reencontrarse con aquel que deseaba inútilmente no volver a verla jamás.

Se conocían muy bien, más de lo que él hubiese querido.
Habían  pasado tardes, noches e incluso días enteros juntos, pero él  la seguía odiando como el primer día, como la odiaba en ese momento y como  la odiaría siempre.


Quiso esconderla de nuevo pero, cuando lo intentó, una fría mano le hizo detenerse y las palabras se le clavaron hasta hacerlo retroceder, sentarse, pensar, llorar, odiarse, arrepentirse y, finalmente, dormirse. 

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