Cada día que pasa es aun peor. Cada día es más estresante
ver como vales menos, lo insignificantes
que son tus problemas, como cada vez le importas menos a la gente que, según
parecía en tu mundo idílico, eras al menos alguien.
Y me vuelvo a preguntar: ¿Y yo para qué coño me levanto cada
día? ¿Seré yo, que espero una especie de respuesta divina hacia que
encaminarme? ¿Será simplemente una especie de presión social que me tira hacia
delante sin rumbo fijo? El caso es que lo hago.
Cada mañana me levanto pensando que algún pequeño detalle de
los que pueden alegrarme el día va a hacer acto de presencia. En algún momento.
Y espero. Pero, ¿Qué se puede esperar de nadie cuando no son tan si quiera
capaces de devolver un gesto?
Cada vez me da más asco la conveniencia que, por mala
suerte, tiene casi todo el mundo, indiferentemente de si eres alguien
sentimentalmente cercano o no. Todo el mundo utiliza a todo el mundo, es así. Y
es así.
Pero, lo peor sin duda es que, a sabiendas de todo esto,
igualmente me veo forzado a sonreír, a hacerme creer que no importa, a seguir
adelante sin saber exactamente el motivo.
¿Por qué? No lo sé.
Es así, y es así.
No hay comentarios:
Publicar un comentario